domingo, 22 de junio de 2014

La cultura en la era tecnologica


La era tecnología ha resultado ser una época de encrucijadas. Junto a indiscutibles promesas se presentan inocultables amenazas. Algo, sin embargo, es claro: la tecnología debe estar al servicio del ser humano y no al revés. Las distorsiones que introduce la mentalidad tecnologista, que terminan poniendo al ser humano al servicio de los objetivos de la racionalidad tecnológica, deben ser aclaradas y denunciadas como una grave amenaza contra el hombre y contra la familia. De ahí la importancia de reencontrar lo que el Papa Juan Pablo II ha denominado la “dimensión sapiencial”, que lleva a una “búsqueda del sentido último y global de la vida”. Esa dimensión sapiencial nos pone en sintonía con la sabiduría del Creador y nos permite, desde ella, descubrir el sentido de su creación.
 Así se podrá recuperar una recta antropología, que no sólo le dé a la tecnología su lugar correcto en el ámbito de las creaciones humanas, sino que ponga a la persona como centro y sujeto de la cultura, y a la vez permita afirmar a la familia en su auténtica naturaleza, ante las amenazas de distorsión que introduce esta difundida mentalidad tecnologista.

He aquí un desafío crucial para esta era tecnológica: darle su sentido humano a la tecnología y ponerla verdaderamente y en todo al servicio del hombre y su vida familiar. En el fondo se trata de responder a la pregunta esencial por la identidad del ser humano y, desde allí, por el sentido pleno de su existencia y de su obrar, incluyendo la actividad tecnológica. Y esa respuesta, lo sabemos bien, sólo la encontramos de manera definitiva en el Señor Jesús, quien revela el misterio de la existencia del ser humano y de su identidad. Además, como señala el Papa Juan Pablo II en su Carta a las familias, “si Cristo ‘manifiesta plenamente el hombre al propio hombre, lo hace empezando por la familia, en la que eligió nacer y crecer.”

Las últimas décadas han visto un desarrollo vertiginoso de la tecnología. Ésta se encuentra cada vez más presente en la vida cotidiana de los seres humanos. De ahí que se hable de la llegada de una nueva etapa en el devenir histórico, llamada “era tecnológica”.
Qué duda cabe, los beneficios que está trayendo la tecnología son muchos y muy importantes. ¿Quién podría imaginarse las grandes ciudades sin el recurso a la electricidad y a los productos electrónicos? ¿Quién dejaría de lado los notables avances en materia de salud? ¿Quién puede menospreciar lo útil que resulta el computador, y las posibilidades que ofrece Internet?
Pero junto a los beneficios, no se puede negar que están surgiendo problemas nuevos ligados al desarrollo tecnológico, y algunos de ellos con peligros y consecuencias gravemente dañinas para el hombre. Tomando en cuenta esta compleja realidad es que se afirma que la tecnología es esencialmente ambigua. Los productos tecnológicos pueden ser diseñados para bien o para mal, y asimismo pueden ser usados con fines nobles o con objetivos perversos.
 Por otro lado, si bien es cierto que “la técnica con sus avances está transformando la faz de la tierra”, como se señala en Gaudium et spes, algunos han asumido posiciones extremas, afirmando que la tecnología es el principal y decisivo factor de cambio social y cultural. Esto se aprecia tanto entre quienes exaltan a la tecnología como entre quienes la critican. Es común que se califique a quienes se ubican en estos dos extremos como tecnófilos y tecnófobos. También los han llamado integrados y apocalípticos, siguiendo una terminología que popularizó Umberto Eco en los ’60 . Ambas posiciones le dan a la tecnología un lugar demasiado protagónico, cayendo en lo que se puede calificar como un tecnocentrismo.
En los primeros su entusiasmo por la tecnología los conduce directa o indirectamente a un evidente absolutismo tecnológico. Para ellos la tecnología se presenta como la actividad más importante y como la panacea para solucionar todos los males y problemas del ser humano. Pero este vicio también puede atrapar a quienes se aproximan críticamente a la tecnología y a sus efectos, como parece estar sucediendo con unos pocos.
Y es que, como en los primeros, la perspectiva de los tecnófobos le da a la tecnología un lugar central, otorgándole un rol determinante en la vida del ser humano, esta vez como causa de todos sus males.
Una recta aproximación consistirá pues en dar a la tecnología el lugar que le corresponde, tomando distancia de toda posición inspirada en una perspectiva tecnocéntrica.

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